Llamamiento para proteger la acción humanitaria en un contexto de aumento de las amenazas y recortes de la ayuda mundial

14 de agosto de 2025
Llamamiento para proteger la acción humanitaria en un contexto de aumento de las amenazas y recortes de la ayuda mundial 

Madrid, 14 de agosto de 2025: El Día Mundial de la Asistencia Humanitaria 2025 (19 de agosto) llega en un momento crítico para la comunidad humanitaria mundial. El tema de este año, “Actuar por la Humanidad”, pone de relieve una triple crisis: la escalada de la violencia contra los trabajadores humanitarios, la legitimidad y los déficits de financiación sin precedentes que han sacudido el sistema humanitario mundial y, como resultado, amenazan los cimientos mismos de la respuesta humanitaria.
 

Trabajadores humanitarios bajo fuego

En 2024, 383 trabajadores humanitarios perdieron la vida en el cumplimiento de su deber, una cifra récord. Hasta agosto de 2025, otros 248 han perdido la vida, y el personal nacional se ha visto afectado de manera desproporcionada en contextos de alto riesgo como Etiopía, Sudán, Sudán del Sur, Líbano, los Territorios Palestinos Ocupados, Myanmar, Ucrania y Siria. El año 2025 ya va camino de ser peor. Si la tendencia actual continúa, 2025 se convertirá en el año más mortífero para el personal humanitario de la historia.
 
Esta alarmante trayectoria exige medidas urgentes. Es imperativo que los gobiernos y los actores armados se adhieran a la Resolución 2730 (2024) del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas sobre la protección de los trabajadores humanitarios y se comprometan con la próxima Declaración sobre la Protección del Personal Humanitario. Esto pondría de relieve la necesidad de investigar, exigir responsabilidades y respetar el Derecho Internacional Humanitario, poner fin a la impunidad de los ataques contra los trabajadores humanitarios y garantizar un acceso seguro y sin obstáculos a las poblaciones necesitadas.
 

Recortes de financiación a nivel mundial: una crisis silenciosa

La violencia no es la única amenaza. El sector humanitario se enfrenta a una grave contracción financiera.
 
El último informe, “Hunger, Harm and Hard Choices” (Hambre, perjuicios y decisiones difíciles), de World Vision, reveló el devastador impacto que los recortes en la financiación humanitaria están teniendo en los niños y niñas desplazados y sus familias en 13 países afectados por crisis. Las familias que sufrieron recortes en la ayuda alimentaria fueron las más vulnerables de todas; tenían 5,4 veces más probabilidades de sufrir inseguridad alimentaria moderada o grave y reportaron peores resultados en materia de educación y protección infantil.
 
Con la disminución de la financiación humanitaria mundial, el grave impacto en la infancia más vulnerable y sus familias es evidente, desde el desmantelamiento de servicios críticos, como la salud de emergencia y la protección infantil, hasta la educación y la reducción del riesgo de desastres.
 
Según el Panorama Humanitario Mundial 2025, se necesita una cifra récord de 45.480 millones de dólares para ayudar a 181,2 millones de los 300 millones de personas necesitadas en 72 países. Sin embargo, a mediados de año, solo se había comunicado el 16,8 % de esa financiación, es decir, 7.640 millones de dólares, lo que supone una impresionante disminución del 40 % en comparación con el mismo periodo de 2024.
 
En respuesta a ello, los actores humanitarios de todo el sistema, incluidos los organismos de las Naciones Unidas, las ONG internacionales y las organizaciones locales, se han visto obligados a reducir drásticamente sus operaciones y a «hiper priorizar». Este reajuste no es una cuestión de priorización estratégica, sino que refleja un fracaso sistémico a la hora de satisfacer las crecientes necesidades humanitarias mundiales. La brecha entre las necesidades urgentes y los recursos disponibles está dejando atrás a decenas de millones de personas y plantea dudas sobre la capacidad de la comunidad internacional para satisfacer estas crecientes necesidades.
 
“El Día Mundial de la Asistencia Humanitaria es cuando honramos a quienes prestan servicio en los lugares más peligrosos del mundo”, afirma Isabel Gomes, responsable mundial de Gestión de Desastres de World Vision. “Pero mientras la violencia amenaza su seguridad, los recortes presupuestarios amenazan su capacidad para prestar servicio. Cuando se recorta la financiación, se recorta la asistencia fundamental a los niños y niñas y a las familias que viven en la desesperación”.
 
Todo el sistema humanitario está en juego. Ya se han perdido miles de puestos de trabajo humanitarios. Programas nacionales enteros se están paralizando. El sector está pasando de la recuperación y la resiliencia a la mera supervivencia.
 
“Debemos afrontar una dura realidad”, añade Isabel Gomes. “Los trabajadores humanitarios están menos protegidos que nunca y los sistemas que defienden se están desmantelando. Si no se toman medidas urgentes, el coste no solo se medirá en términos de puestos de trabajo perdidos, sino también de vidas perdidas”.
 

Crisis de legitimidad: erosión de la confianza

Más allá de la violencia y la financiación, los actores humanitarios se enfrentan a una crisis de legitimidad. Las comunidades cuestionan cada vez más los motivos, la eficacia y la relevancia de los esfuerzos humanitarios. Cuando la ayuda se percibe como politizada y dirigida verticalmente, pierde autoridad moral, lo que socava el acceso y la protección.
 
A pesar de las abrumadoras pruebas de que invertir en la infancia genera beneficios a largo plazo —hasta 10 dólares por cada dólar gastado—, la ayuda mundial destinada a los niños y niñas está disminuyendo. En 2023, según el informe «Putting Children First for Sustainable Development» de World Vision, solo el 11,5 % de la ayuda oficial al desarrollo se destinó a iniciativas centradas en la infancia, frente al 13 % del año anterior. Esta caída se produce en un momento en el que los niños y niñas están sufriendo las peores consecuencias de las crecientes crisis mundiales, desde los conflictos y las crisis climáticas hasta el hambre y los desplazamientos. Esta tendencia pone de manifiesto una preocupante erosión de la solidaridad internacional y la confianza en el sistema humanitario, precisamente en el momento en que más se necesita.
 
La base misma de la acción humanitaria es la confianza y la rendición de cuentas. Cuando la confianza en los sistemas humanitarios disminuye, los trabajadores de primera línea se enfrentan a mayores riesgos, la confianza de los donantes se reduce y la eficacia de toda la respuesta se ve comprometida.
 

Reconstruir la acción humanitaria en medio de la crisis

Durante la última década, World Vision ha aumentado en un 188 % la cantidad destinada a contextos frágiles. En 2024, se invirtieron 744 millones de dólares en programas innovadores relacionados con la ayuda humanitaria, el desarrollo y la paz en 22 de los países y regiones subnacionales más frágiles en los que opera.
 
En el año fiscal 2024, World Vision llegó al mayor número de niños y niñas vulnerables en un solo año en toda su historia de gestión de desastres. Más de 35 millones de personas, incluidos 19 millones de niños y niñas, en 65 países, participaron en los programas humanitarios de World Vision.
 
Actualmente, World Vision está dando prioridad a la recaudación de fondos para diez países que se han visto significativamente afectados por los recortes de financiación —Afganistán, República Democrática del Congo, Haití, Líbano, Malí, Myanmar, Somalia, Sudán del Sur, Sudán y Siria— donde la reducción de los programas está poniendo en peligro los servicios vitales, mientras que las necesidades humanitarias siguen siendo críticas.
 
“A medida que se redefine la arquitectura humanitaria y cambia el panorama de la financiación humanitaria, nuestro compromiso inquebrantable de servir a los más vulnerables del mundo sigue siendo firme”, señala Isabel  Gomes. “Junto con los donantes institucionales, las organizaciones religiosas, las empresas, los gobiernos y otros socios, debemos reimaginar el sistema humanitario como un sistema descentralizado, inclusivo y responsable, en el que se comparta el poder, los recursos sean flexibles y las comunidades vulnerables estén en el centro de la toma de decisiones”.
 

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