Hace unos 16 años, la familia de Rasim se mudó de Dibra, un área ubicada en el noreste de Albania, a Thumanë, un pueblo a pocos kilómetros de la capital albanesa.
Los comienzos fueron duros. Seliona y su esposo invirtieron todos sus ingresos en construir una pequeña casa. Con el paso de los años, la familia creció y también las dificultades.
Todos los integrantes, hasta hace unos meses, vivían en una habitación pequeña, fría y húmeda.
La familia tiene 9 miembros, 2 padres y 6 hijos y la abuela de Rasim, que también vive con ellos. El mayor de los niños tiene 12 años y el menor solo 6 meses.
Seliona, la madre de Rasim, nos dice que su esposo no puede trabajar y está discapacitado. A pesar de sus intentos, Seliona tampoco ha podido encontrar trabajo, no solo porque carece de capacitación formal o habilidades comerciales, sino también porque se ocupa de cuidar continuamente a sus 6 hijos.
Su vida ha estado repleta de desafíos, sufrimiento y dificultades, pero las cosas empezaron a mejorar hace 7 u 8 años, cuando los niños fueron incluidos en los programas de World Vision Albania.
“Los niños conocieron la organización. Desde ese día, las cosas han cambiado para mejor para mi familia” , dice Seliona.
Rasim ingresó al programa de apadrinamiento infantil a los 3 años. Los otros 3 hermanos de Rasim también forman parte de los programas de World Vision Albania.
“Todos somos mucho más felices ahora. Recuerdo cuando todos vivíamos en una habitación pequeña. Nuestro amigo nos ha ayudado muchísimo y por primera vez tenemos un hogar normal”, dice Rasim.
A Rasim le gusta mucho el fútbol y quiere realizar un curso de idioma extranjero.
Seliona recuerda con gratitud la ayuda que recibió en los momentos más duros de su vida.
“Les agradezco con todo mi corazón. Nos han apoyado con alimentos, electrodomésticos, juguetes para mis hijos. Lo mejor que nos pasó fue la casa nueva. Ahora mis hijos tienen un espacio seguro para vivir”.
Rasim y sus hermanos están integrados en su comunidad. Su autoestima y habilidades profesionales han crecido. Esta experiencia les ha cambiado la vida a ellos y a sus padres.
“Estoy bien, pero todavía hay niños en mi área que necesitan ayuda. Quiero seguir siendo un niño apadrinado, porque todavía necesito ayuda. Quiero continuar la escuela y ser independiente en la vida”, cierra Rasim.