Las manualidades favorecen el bienestar

Lo único que se escuchaba en la estación de tren esa mañana de domingo eran los cristales rotos y el sonido lejano de una alarma antiaérea.

Natalia, de 40 años, se encontraba en ese momento en una localidad de la provincia de Donetsk, en el este de Ucrania, guardando lo imprescindible a toda prisa en una pequeña maleta.

Al día siguiente del horrible ataque con misiles, huyó de Ucrania con sus hijas, Polina, de 13 años, y Katerina, de 10, y llegaron a Moldavia a principios de abril de 2022.

“Natalia, Polina y Katerina llegaron a Moldavia después de la terrible explosión en su ciudad”.

“Recuerdo que cada vez que cerraba la puerta enorme del edificio, se oía un gran estruendo y las niñas se ponían a temblar de miedo», relata Maria Puicu, la coordinadora del Centro Educativo Grătiești, gestionado por Step by Step con el apoyo de World Vision.

Un mundo más amable para esta madre y sus hijas

Sin trabajo ni ayuda económica, Natalia pasó por muchas dificultades para mantener a sus dos hijas.

Al cabo de unos meses, en septiembre, la madre fue contratada como educadora en el Centro Educativo Grătiești, donde ahora imparte clases de artesanía ucraniana dos veces por semana.

“Estaban muy tensas y se sobresaltaban con cualquier ruido. Todos los días hablaba con ellas para intentar convencerlas de que este lugar es seguro y de que aquí son bienvenidas”.

“Lo peor ya ha pasado”, dice Puicu, y añade: “ahora que ya están más tranquilas y confiadas, participan en las actividades o simplemente pasan el rato con otros niños y niñas cuando tienen tiempo libre”.

Cuando la familia se trasladó a Moldavia, Polina y Katerina reanudaron su educación mediante clases en línea.

El verse separadas de sus amigos en Ucrania y no tener contacto social en Moldavia supuso un desgaste emocional muy grande para las niñas.

Encontrar su pasión en la artesanía y los idiomas.

“Mis hijas echaban de menos relacionarse con niños de su edad”.

“Como las clases son por internet, pasan muchas horas delante del ordenador”.

“Debido a los cortes de luz en Ucrania, el programa escolar se interrumpía con frecuencia, lo que las obligaba a estudiar la mayor parte del tiempo de forma independiente”, recuerda.

En septiembre de 2022, Polina y Katerina se incorporaron a las actividades de manualidades y a las clases de inglés del centro.

“Estudio la mitad del día y después vengo al centro a relajarme y a disfrutar de las aficiones y las cosas que me gustan, los idiomas y las manualidades”, dice Polina mientras le brillan los ojos castaños.

“Venir al centro educativo ha llenado el vacío que la falta de comunicación había dejado en mis hijas. Ahora sociabilizan con normalidad y han hecho nuevos amigos”, señala Natalia.

“Mis clases favoritas son inglés y manualidades”.

“Crear una pieza de arte diferente cada semana con materiales reciclados potencia mi creatividad”.

“Me encanta, porque invierto mi tiempo, empeño y cariño al crearlos”, añade la niña de 13 años.

Las pequeñas alegrías de hacer cosas juntas

Este lunes trabajan en un portalápices. Natalia supervisa con calma el progreso de las niñas en la decoración del recipiente. Cuando el reloj da las cuatro, todo el mundo se aplica aún más para acabar la tarea.

“Aquí hay muchas actividades que les encantan a los niños y niñas. Un día hicieron ositos de fieltro, y tenían que pegarles los ojitos marrones, la nariz y las orejitas”.

“Cuando los niños abrazaban a los ositos que acababan de hacer, sus caritas rebosaban de felicidad”, recuerda Maria Puicu.

“Me encantan los lienzos para pintar por números, porque me puedo pasar horas revisando las distintas acuarelas y pintando con esmero cada detalle”, responde Katerina cuando se le pregunta con qué actividad del centro disfruta más.

“No solo me relaja, también me ayuda a entrenar la mente y a concentrarme. Hace que me olvide de todo lo que pasa en el mundo y que me centre solo en el cuadro”, añade.

Los niños siempre consiguen entenderse

Además de la falta de contacto social, las niñas sufrieron también las barreras lingüísticas.

“Polina y Katerina no sabían hablar rumano, y la comunicación era difícil”.

“Asistieron a clases de rumano en el centro y lo pusieron en práctica con la gente de aquí. Después de varios meses, los avances son evidentes”, subraya la madre.

Puicu también notó una mejora en la interacción.

“Por muchas barreras lingüísticas que existan, los niños siempre consiguen entenderse”, afirma Puicu.

“Recuerdo cómo me impresionó la amistad de dos niñas, una moldava y otra ucraniana, que estaban muy unidas, a pesar de que ninguna de las dos hablaba la lengua materna de la otra”.

“Conseguían comunicarse en inglés”, añade.

“Mediante el fomento de la creatividad y la imaginación, el proyecto integrado de servicios de emergencia y protección infantil para refugiados ucranianos y de la comunidad de acogida de niños en Moldavia capacita a los niños y niñas para desarrollar habilidades esenciales”, explica Daria Stratu, coordinadora de proyectos de World Vision.

“Entre estas habilidades tan importantes se incluyen la comunicación, la colaboración y la cooperación, y proporcionan a los niños una válvula de escape valiosa y creativa en su tiempo libre”, añade Stratu.

Los sueños de los niños que ninguna guerra puede romper

“Mi sueño es ser psicóloga. Me interesa saber por qué el cerebro funciona así y por qué la salud mental está relacionada con todas las enfermedades posteriores”.

“Me apasiona estudiar e investigar la mente humana”, concluye Polina al revelar su ambicioso objetivo en la vida.

Como parte de la respuesta a la crisis de Ucrania, World Vision ha proporcionado educación, protección, seguridad alimentaria, agua, servicios sanitarios e higiénicos, artículos no alimentarios y programas de dinero en efectivo y vales a 232.249 niños y niñas.

En colaboración con el Programa Mundial de Alimentos (PMA), Communitas, Food Bank, Step by Step, HelpAge y AVE Copiii, World Vision brinda asistencia humanitaria a 56.098 personas en 32 distritos de Moldavia, satisfaciendo las necesidades de los refugiados ucranianos y las comunidades de acogida.

El Informe de Protección Infantil  de World Vision reveló que 36.000 de los 140.000 niños y niñas que se calcula que entraron en Moldavia durante la primera oleada de ucranianos en busca de asilo siguen en el país.

Hasta la fecha, más de 27.991 niños y niñas se han beneficiado de los programas de formación reglada y no reglada de World Vision en Georgia, Moldavia, Rumanía y Ucrania.

Historias relacionadas

Scroll al inicio