La educación brilla más que el oro

En 2020, Ermelinda Valentim empezó a trabajar en una mina de superficie, en el cauce del río Mecubúri que atraviesa la aldea de Halaca, en la provincia norteña de Nampula., Mozambique.

Nacarôa ha sido noticia en los últimos años por el descubrimiento de oro aluvial. La noticia se difundió tan rápidamente que llamó la atención de los buscadores de otros distritos y provincias. La sed de oro es tal que, en algunas zonas, los campesinos han abandonado sus campos para dedicarse a buscar este metal precioso.

Como muchos niños y niñas adolescentes, Ermelinda sucumbió al atractivo de la «fiebre del oro», con la esperanza de encontrar una salida a la pobreza y ayudar a su familia. Sin embargo, antes de plantearse esta empresa, la principal preocupación de Ermelinda era la escuela.

«Cuando terminé el 5º curso en la escuela primaria de Halaca, no había escuelas cerca de nuestro pueblo para continuar mis estudios. Estaba cansada de quedarme en casa sin hacer nada. Por eso decidí buscar oro», recuerda.

Ermelinda y sus amigos aceptaron llevarnos al lugar donde solía buscar oro. Allí vimos que grupos de jóvenes, hombres y mujeres, e incluso familias enteras, se dedican a la búsqueda de oro. Todo el mundo tiene un papel, incluidos los niños, que se afanan en cavar, quitar la arena, cribar y lavar los pequeños fragmentos.

En aquellos días, su jornada comenzaba temprano por la mañana, bajando al río, acompañada de otros niños y niñas. «Solía llevar un cubo para quitar la arena del interior de los agujeros excavados, en busca de oro», explicaba.

Podían pasar días sin que Ermelinda encontrara ninguna pepita de oro. Pero cuando la suerte estaba de su lado, podía encontrar piezas por valor de 600 meticais (8,95€), que luego vendía en el mercado local.

«Con el dinero me compraba la ropa, los cacharros de cocina y la comida para casa», cuenta Ermelinda. Ser capaz de ganar dinero por sí misma le dio una sensación de independencia, que tuvo un alto precio.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) sitúa la minería como una de las peores formas de trabajo infantil. En Mozambique, más de uno de cada cinco niños de entre 5 y 14 años trabaja, según datos de UNICEF. 

«El trabajo en las minas es muy agotador y peligroso para los niños. A mí me dolían las piernas después de trabajar todo el día. Puedes caerte en los agujeros, cubrirte de arena y morir. No quiero volver», declaró.

Afortunadamente, tras muchas peticiones de los habitantes de Halaca, las autoridades educativas introdujeron el sexto grado en Halaca, y Ermelinda ha vuelto a la escuela con la esperanza de convertirse algún día en enfermera. «Me preocupo mucho por la gente y quiero ayudarles cuando están enfermos».

El regreso de Ermelinda a la escuela fue posible gracias a una red de consejeros comunitarios, puntos focales, consejos escolares y líderes comunitarios capaces de identificar las barreras que enfrentan los niños y niñas en el acceso a la educación, y de movilizar a la gente para que se actúe en consecuencia.

Como resultado, 12 estudiantes (niñas) fueron recuperadas del trabajo infantil y del matrimonio precoz en el distrito de Nacarôa, de abril a septiembre.

Ramadan Avelino es un consejero que apeló a Ermelinda para que volviera a la escuela. «Fuimos formados por World Vision para ayudar a concienciar sobre los peligros del trabajo infantil en las minas, y otras barreras como los matrimonios precoces, y la gente se está volviendo más sensible a estas cuestiones», dijo.

Otro miembro de esta red es João Momade, un líder comunitario que defiende firmemente el derecho de los niños y niñas a estudiar, especialmente de las niñas. «Hoy en día no hay nada que se pueda hacer sin educación. Por eso nosotros, como líderes comunitarios, promovemos encuentros para concienciar a la gente, porque los campos mineros no son lugar para los niños y las niñas. Deben estar en la escuela», dice con convicción. 

Muchos de estos temas y preocupaciones se plantean durante los Diálogos Comunitarios facilitados por los puntos focales del proyecto que lleva a cabo World Vision en la comunidad. Estas reuniones permiten la participación equitativa de hombres y mujeres para identificar problemas comunes y buscar soluciones locales. De abril a septiembre, se llevaron a cabo en Muecate y Nacarôa 123 Diálogos Comunitarios, en los que participaron 2.080 personas, para eliminar las barreras de acceso a la educación.

 

Por desgracia, en estos momentos las cifras actuales indican que alrededor de 160 millones de niños y niñas de 5 a 17 años en todo el mundo están involucrados en trabajo infantil, realizando trabajos que los privan de su infancia, interfieren en su escolarización y dañan su desarrollo mental, físico y social. Casi la mitad de ellos, 79 millones de niños y niñas, trabajan en condiciones peligrosas, transportando cargas pesadas en obras de construcción o excavando en minas a cielo abierto. 

No hay excusa para que esto suceda en el siglo XXI. Con una acción urgente, basada en la concienciación de los derechos de la infancia, alentando la matriculación escolar y ayudando a las familias a mejorar sus ingresos y mediante la asociación con gobiernos y empresas para prevenir el trabajo infantil, aún podemos cumplir con nuestro compromiso global de poner fin al trabajo infantil para 2025. 

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