Para niñas como Mary Jane, que vive en una comunidad pobre en Filipinas, la oportunidad de ir a la escuela hoy puede marcar el camino del resto de su vida. La educación significa elección, y significa tener las herramientas para hacer cambios, no solo para su propio futuro, sino para el futuro de su familia y de toda su comunidad.
De hecho, UNICEF sostiene que invertir en la educación de las niñas tiene el poder de transformar países y el mundo entero. Esto se debe a que las niñas que reciben educación tienen menos probabilidades de casarse jóvenes y más probabilidades de llevar una vida saludable, obtener ingresos más altos, tomar decisiones que las afecten y construir un mejor futuro. Mary Jane, que está apadrinada, está en séptimo curso y le encanta la escuela. Pero en todo el mundo, las niñas enfrentan mayores barreras para la educación que los niños, con factores como la pobreza, el matrimonio infantil y la violencia de género que mantienen a 132 millones de niñas en todo el mundo sin escolarizar.
Para Mary Jane, y millones de niñas como ella, la pandemia de COVID-19 ha hecho que esas barreras sean aún más difíciles de superar. La UNESCO informa que el 87 por ciento de los estudiantes del mundo, más de 1.500 millones de niños, se habían visto obligados a dejar la escuela por el cierre de escuelas COVID-19 a fines de marzo de 2020, y casi la mitad seguían siendo afectados por cierres un año después. Mary Jane es una de ellas.