Bithi, de 15 años, ha estado trabajando en una fábrica de ropa durante los últimos tres años. Ella es una de los cuatro millones de niños bangladesíes empleados. Bithi anhela estar en la escuela con niñas de su misma edad, pero siente que ya es demasiado tarde.
La aguja zumba, los dedos vuelan y montones de tela se cosen a una velocidad récord.
“60 bolsillos por hora”, nos dice en voz baja la joven de 15 años que está detrás de la máquina de coser. Apretada en una habitación junto con otras 20 mujeres de Bangladesh, la niña se inclina sobre su máquina mientras las luces fluorescentes se iluminan con fuerza en lo alto.
Bithi es una de los miles de niños bangladesíes que ensamblan vaqueros de diseño que nunca podrá pagar. La paralizante pobreza y un padre enfermo han obligado a la familia de Bithi a enviar a sus dos hijas mayores a las fábricas de confección para coser ropa que se venderá en tiendas de Canadá, Estados Unidos y otros países de altos ingresos.