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Minutos de lectura

Su único deseo: ir a la escuela.

La pobreza en Bangladesh obliga a niños como Momen al trabajo infantil.

Momen, de catorce años, puede oír a sus amigos bromeando y gritando en el patio de la escuela cuando pasa por delante de ellos de camino al campo.

Parece que ha pasado una eternidad desde que dejó la escuela y pasaba el tiempo con ellos corriendo, jugando y aprendiendo. Pero sabe que su familia lo necesita, y el dinero que puede ganar. Así que sigue caminando y hace lo posible por dejar atrás las risas de sus amigos. Es más difícil hacer lo mismo con su propia desesperanza.

"Me resulta difícil trabajar", dice Momen.

"¿Pero qué hacer? Los ingresos de mi padre no son suficientes para mantener a nuestra familia. La cantidad que gano se la doy a mis padres, y ellos compran comida y otras cosas necesarias".

"Cada vez que me acerco a la escuela, veo que mis amigos están estudiando y jugando... Me siento mal al ver eso, se supone que yo también voy a la escuela, pero tengo que trabajar".

Momen, de 14 años, vive en Afzalpur, un remoto pueblo agrícola del norte de Bangladesh. La mayoría de los habitantes no tienen tierra propia y trabajan como jornaleros en los campos de otros.

Su padre, Kamal, trabaja repartiendo cargas pesadas a lomos de un rickshaw con el que pedalea y a veces como jornalero.

Su madre, Rohima Begum, trabaja en casas ajenas como empleada doméstica. Sus limitados ingresos no pueden satisfacer sus necesidades básicas. El simple hecho de poner comida en la mesa era para ellos una lucha diaria.

Por eso, hace tres años, Momen abandonó la escuela y empezó a trabajar en el campo. Sólo tenía 11 años.

"Solía enviar a mis dos hijos a la escuela, pero debido a la necesidad económica de la familia ahora sólo envío a mi hija a la escuela. Mi hijo trabaja", dijo Kamal, en un tono afligido.

"Los pocos ingresos que gana, los utilizamos para la comida de nuestra familia y otros gastos".

La familia de Momen y muchas otras del pueblo llevan años luchando. Ahora, cuando los precios de artículos básicos como el aceite de cocina y el arroz se disparan, la lucha se ha convertido en un combate desesperado por la supervivencia.

"Siempre que me acerco a la escuela, veo que mis amigos están estudiando y jugando... Me siento mal al ver eso: yo también debo ir a la escuela".

160 millones de niños de todo el mundo, como Momen, trabajan para ayudar a sus familias a sobrevivir, a menudo realizando trabajos peligrosos y físicamente exigentes. Hasta el 70% de los niños que realizan trabajo infantil están en el sector agrícola, trabajando en los campos.

Momen acepta cualquier trabajo que pueda encontrar para ayudar a su familia. A veces, trabaja como ayudante de almacén, donde carga y descarga pesados sacos llenos de arroz u otras mercancías. A veces, trabaja en los campos de otras personas, escardando con una azada y sus propias manos, o cosechando verduras.

A veces, no encuentra ningún trabajo. Y sin trabajo no hay dinero, y sin dinero no hay comida.

Por lo general, consigue trabajar tres o cuatro días a la semana. Después de trabajar todo el día bajo el calor y el polvo, le dan unos 100 -150 taka (equivalentes a 1€-1,70€). 

Mientras levanta sacos de arroz del camión o escarba en la tierra para arrancar las malas hierbas, Momen sueña con volver a la escuela.

Le encanta estudiar y en su tiempo libre ayuda a su hermana menor, Moni, de 11 años, a hacer los deberes. Aprovecha cualquier oportunidad para acompañarla a la escuela.

"Aunque yo no pude seguir en la escuela, deseo que mi hermana siga estudiando", dice.

"Por eso la ayudo en sus estudios, llevándola a la escuela e incluso trayéndola a casa cuando vuelvo del trabajo".

No es la vida que él imagina para sí mismo. Sabe que la educación es el camino para salir de la pobreza, pero su sueño de futuro es más difícil de mantener con cada año que pierde en la escuela.

"Mi sueño es convertirme en un empresario de éxito en el futuro y reducir los sufrimientos de mi familia".

El sueño de sus padres era verlo servir a la comunidad como maestro de escuela. Pero la pobreza también les ha robado sus sueños.

El apadrinamiento infantil mantiene a niños como Momen en la escuela

El personal de World Vision y nuestros socios locales están trabajando duro para combatir el problema del trabajo infantil y ayudar a niños como Momen a volver a las aulas, pero necesitamos que más padrinos y madrinas se unan a la lucha.

Abraham Hasdak, responsable de apadrinamiento y protección de la infancia de Mithapukur AP, WVB, dice:

"Debido a la pobreza, muchos niños y niñas abandonaron la escuela, lo que los convierte en víctimas del trabajo infantil y del matrimonio precoz. World Vision está trabajando en la comunidad para reducir este problema, pero necesitamos más apoyo".

Millones de familias luchan por sobrevivir.

Tu apoyo esta Navidad para apadrinar a un niño como Momen puede ayudarles a volver a las aulas en el nuevo año, y ponerles en el camino para salir de la pobreza.

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